En Argentina, a los barrios marginales se los conoce como “Villa Miseria”, una denominación verdaderamente sugestiva. La más emblemática del país, por su historia y ubicación, es quizás la Villa 31, asentada justo en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Hay enormes intereses financieros y políticos por ocupar éstas tierras de inconmensurado valor. Las villas en general, así como las favelas en Río de Janeiro, los slums en Bombay, o los barrios populares en Medellín, son habitualmente asociadas a la marginalidad, a actividades delictivas, drogas, robos, peleas, asesinatos, violencia de genero, prostitución... ésta no es la excepción, pero lo cierto es que en las villas viven también muchas personas y familias decentes. Mi interés como fotógrafo documental está puesto en gran parte en los contrastes, en éste sentido, la villa 31 se presenta como un arquetipo, pues el contraste social tanto adentro como con el afuera es sumamente sugestivo. La mayor parte de los habitantes son de origen boliviano, paraguayo y peruano, los argentinos en su mayoría son oriundos de provincias del interior del país, en casi todos los casos se trata de gente que llega casi sin nada en busca de un futuro mejor. El contraste con el exterior es lo más impresionante, emplazada justo en el centro del distrito financiero de la ciudad, con su arquitectura precaria, ladrillos sin revoque, paredes sin terminar, vigas y columnas con hierros estructurales en punta y terrazas sin barandas, desde donde pueden verse varios de los edificios y rascacielos más emblemáticos y lujosos de la ciudad. Asimismo una de las autopistas de ingreso a la ciudad más transitadas la atraviesa, por lo que pueden verse desfilar infinidad de autos de alta gama que suelen pasearse completamente ajenos a ésta realidad. El enorme contraste entre el lujo y la escasez es realmente espeluznante y desolador, pues sólo hace falta mirar hacia fuera para ver como se entrelazan en una misma imagen las siluetas de ambos mundos.
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